30 sept 2011

Harry Potter y el Recurso de Amparo

Estación King's Cross al Atlántico.
Harry Potter es un pussy.

Seguí su saga durante varios años, salí de la alacena con él, monté una escoba con él y hasta me tomé una cerveza de mantequilla con él. Era una gran tipo, claro que sí, pero tenía un problema: nadie lo sabía.

En su primer año derrotó a su mayor enemigo ¡con un espejo! Sí, una reliquia mágica y luego volvió a su casa a ser el mismo perdedor inadaptado e ignorado de siempre.

Esta tendencia era seguida por sus otros compañeros magos: la misma Hermione, reina de las sabelotodo, volvía a su casa con sus papás (¡dentistas!) a pretender que era una chica común durante el verano. Esa fue la parte que nunca me gustó. 

Ellos tenían poder, ellos podían cambiar el mundo siendo preadolescentes. ¿Por qué se esconderían los magos de los simples mortales, si sus poderes eran completamente incomparables?

Fue exactamente en su último libro, que J.K. Rowling explicó este asunto: en 1689 los magos tomaron la decisión de crear un "Estatuto Internacional de Discreción", en el que establecían que su mundo no debería estar al acceso de los muggles. ¿Por qué? Muy sencillo, sus observaciones los llevaron a darse cuenta, que los muggles querrían usar la magia para solucionar los problemas más sencillos.

Los muggles no hubieran tenido que inventar la electricidad, las vacunas, las computadoras... Es más, posiblemente no hubiéramos tenido que trabajar.

Era obvio. La posibilidad de un mundo regido por humanos comunes que utilizara la magia para solucionar todos sus retos diarios hubiera esclavizado a los magos a cumplir sus ridículas demandas. 

Al menos así sería si todos los mortales fueran ticos.

Foto robada a Fabrizio Durán.

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