Anoche despedí el año con mi familia y como era de esperarse, hablamos del fin del mundo. Algunas conclusiones:
1. Somos sobrevivientes de muchas fechas extrañas. Recordamos cuando pasamos el año 2000, que todos pensaban que los aparatos electrónicos no funcionarían y reinaría el caos: vimos televisión, hablamos por celular, escuchamos música en "el equipo". Recientemente superamos el 11|11|11 . Les conté sobre la fiesta a la que asistí ese día y secretamente recordé mi primer viaje en tren. Callado y para mí mismo, también reproduje una escena cliché de la película "La profecía", esa que vi el 6|6|o6.
2. Salimos a ver las bombetas, o bueno, fuegos artificiales -término con el que nunca he simpatizado-. El cielo olía como si hubieran encendido mil inciensos. No me molestan, no las amo; solo las asocio con muchas personas. Cada color, un recuerdo; cada detonación, un sobresalto.
3. La familia cada vez se nos encoge más. Pero menos es más y a final de cuentas así es más fácil compartir. Rebe escoge una canción. Yo pongo otra en cola. Tío pide otra y abuela sonríe. Atraso la venida de la canción que escogí ("tal vez no les guste"). Rebe pide otra, Nana habla de una película vieja y tío quiere otra más (y así sucesivamente).
5. Cada vez me convenzo más de que esto es sólo un viaje. Cada vez estoy más anuente a recoger las rosas -mientras se pueda-. Cada vez creo más que debemos aprovechar a las personas mientras se tengan cerca. No vaya a ser que se la coma un lobo.
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